Y ese día quizá suene tu celular y despertarás desconcertado, mirarás la pantalla y recordarás la fecha que se marca llamativa y especial... mi cumpleaños. Ese día que siempre olvidaste, que nunca te importó, en el que jamás consideraste llamar, ese día que yo tenía que mencionar.
Talvéz al ver mi nombre en el móvil lo maldecirás y se incitará pronto tu coraje, púes es otro el nombre que esperas ver y del cual amarías escuchar su voz.
Tu cara se sumirá de nuevo en la almohada, consolando los deseos quebrantandos en un sueño
hondo para abrirse paso en la neblina de un rostro de ángel, la diosa que veneras y que no soy yo.
Seguirás siendo presa de las sábanas y te levantarás al asomarse grácil el sol sobre tu hombro.
La habitación no ha cambiado, la ventana de la aurora sigue en el mismo lugar, la entrada de las penas y los logros no se ha movido aún, en la cama dos amantes... la soledad y tú.
Han pasado infieles las horas, retan siniestros sus minutos, la noche ha caído en brazos de la luna, la ha besado discreta y plena con el fin ser comtemplada.
Ha muerto el día ahora, renacerá mañana...
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